¡Quién pudiese volar,
aunque sólo fuese en alas de la fantasía!
Nació libre como el viento
un día de primavera.
Bellos plumajes adornaban
con sus lindos colores su pequeño cuerpo.
Y sus ojos, dos brillantes azabaches en su cara,
eran como dos negrísimos luceros.
¡Cómo disfrutaba aquel gracioso pajarillo!
Apenas sería ése su primer vuelo,
y un mundo nuevo empezaba a descubrir:
las flores, las montañas, el río, el cielo,
la alegría de vivir, lejos ya de su nido
en donde fue polluelo.
Se dejaba llevar por las alas del viento
sin rumbo fijo donde ir.
Subía muy alto en su volar ligero
queriendo alcanzar, ilusamente,
las estrellas, la luna, los luceros.
Todas las maravillas del universo.
Y luego, descendía poco a poco,
hasta tocar el suelo suavemente,
para hablar con las flores
y jugar en el bosque con los ciervos.
Se bañaba en el río cantarino
y perseguía mariposas cariñoso y travieso.
Sólo desconocía ingenuamente,
en su idílico mundo placentero,
que también existía la maldad.
Y un día malhadado
en que lanzaba al viento sus gorjeos,
se apagaron sus trinos tristemente
acallados por un disparo traicionero.
Carmen Carrasco. Publicado en mi libro «Eternos Sentimientos»
© 2008 Carmen Carrasco. Todos los derechos reservados