Recuerdo con agrado y cierta añoranza aquellas Jornadas Culturales celebradas en el Consulado del Perú en la ciudad de Valencia, organizadas por la escritora peruana Virginia Oviedo, a las cuales yo iba siempre como rapsoda invitada junto a un grupo escogido de poetas. Hoy, temporalmente suspendidas por razones obvias.
Eran unos actos elegantes, rodeados de un ambiente refinado, a la par que sencillo y cordial, presididos por el cónsul que, siempre cortés, nos daba la bienvenida al llegar al Consulado y asistía con agrado al recital dedicado al poeta que aquel año se homenajeaba que, naturalmente, era peruano. Al finalizar, nos dirigía unas palabras de agradecimiento, nos obsequiaba con un ramo de flores y luego invitaba a todos los presentes a un vino.
Yo solía hacerle entrega de algún libro mío y el último año al que asistí me tomé la libertad de pedirle que me escribiese alguna colaboración para mi libro próximo a salir, El canto del cisne. Y así consta en dicho libro.
A poco de esto que cuento, lo destinaron a su país y un día me acerqué al Consulado para darle las gracias, despedirme y entregarle como recuerdo varios libros míos y una botella de licor Granada Costa con mi foto en la etiqueta, deseándole mucha suerte en su nuevo destino.
Hago esta introducción porque el poeta que hoy protagoniza esta sección del Rincón Poético no es otro que aquel al cual yo glosé durante las últimas Jornadas Culturales: Federico Barreto, famoso poeta peruano llamado también El cantor del cautiverio por lo que más adelante veremos. Poeta, periodista, trovador, uno de los más brillantes autores románticos de su país, enamorado del mismo, pleno de fervor patriótico en la defensa de la soberanía nacional, rebelde. Sus más profundas pasiones fueron la poesía y el periodismo, con las cuales defendió sus ideas de amor a la patria- Mi Madre, como él la llamaba-, alcanzando un éxito y popularidad como no lo tuvo ningún otro poeta peruano en vida. Sus poemas eran esperados por un público entregado y las ediciones de sus poemarios se sucedieron una tras otra inclusive hasta el día de hoy.
EL PERSONAJE
Pero, ¿quién era Federico Barreto? Veamos un breve resumen de su vida y obra, impregnadas ambas de amor patrio, al tiempo que envueltas en romanticismo a lo largo de sus poemas
Federico Barreto Bustíos nació en Tacna, Perú, un 8 de febrero de 1868. Hijo del coronel del ejército peruano Federico María Barreto y de doña Ventura Bustíos. En su ciudad natal llevó a cabo una intensa vida intelectual y periodística abogando por la libertad de las ciudades de Tacna y Arica invadidas y ocupadas por Chile durante casi cincuenta años, con la pretensión de apoderarse de sus yacimientos de salitre, y por cuya liberación el poeta fue su paladín, luchó con sacrificio y valentía, sufriendo, como consecuencia, destierro y poniendo siempre su vida en peligro.
Federico contaba tan solo diecisiete años cuando Chile le declaró la guerra al Perú. Sus padres le obligan a trasladarse a Lima para completar sus estudios pero, sensible al padecimiento en que estaba sumido su pueblo, retorna y hace de sus artículos y poesía su arma de lucha para la resistencia por cerca de cinco décadas.
PATRIA MÍA
¡Patria del corazón! La suerte un día,
te hundió en el pecho con furor la espada,
y hoy, abatida pero no humillada,
pareces león en la agonía.
Antes, cuando dichosa te veía,
fuiste por mí con entusiasmo amada;
pero hoy, que veo que eres desgraciada
no te amo ya… ¡te tengo idolatrada!
Como periodista -por desgracia su obra casi se desconoce- fue miembro fundador del semanario El Progresista, 1886, y del Círculo Vigil, 1888. Con su hermano José María formó parte del grupo literario La Bohemia Tacnena, colaborando en su revista literaria Letras entre 1896 y1898 junto con Rubén Darío y otros grandes poetas y escritores.
También con su hermano fue codirector del diario La Voz del Sur y El Tacora, publicaciones que molestaron a los chilenos al defender con ahínco la soberanía nacional, siendo destruidas sus imprentas en 1911.
El 1912 publica su primer poemario, Algo mío, que alcanza un enorme éxito.
Otro de entre sus poemas patrióticos más transido de dolor por este periodo de ocupación que sufrió su ciudad y por el cautiverio que él mismo padeció, fue el siguiente soneto:
DE MI SUELO NATAL ESTOY PROSCRITO
De mi suelo natal estoy proscrito,
y al verme aquí, tan lejos de mis lares,
la indignación ahoga mis pesares,
y en lugar de una queja, lanzo un grito.
¿Cuál fue, decid, mi crimen inaudito?
¿Adorar a mi Patria en sus altares?
¿Consagrarle mi brazo y mis cantares?
¡Pues hónrame la pena y el delito!
¡Madre Tacna! Soporta tu tormento
con el valor del mártir en la hoguera.
¡Muéstrate grande hasta el postrer momento!
Fija está en ti la humanidad entera.
¡Sufre, pero no lances ni un lamento!
¡Muere, pero no cambies de bandera!
Uno de los textos más hermosos que escribió, rezumando fervor patriótico, fue cuando en la ciudad de Tacna, 1921, habiendo pedido permiso el pueblo para honrar la bandera peruana y portarla para su bendición, a su paso, las diez mil personas congregadas en el atrio de la iglesia y en las calles, cayeron de rodillas extendiendo los brazos hacia la enseña de su patria. Naturalmente, el poeta estaba presente en dicho acto reivindicativo. Suceso que se ha instituido en Tacna como el Día de la Procesión de la Bandera, un 28 de agosto de cada año.
(fragmento)
Desde que vi la luz mi pecho anida
dos amores: ¡mi Patria y mi bandera!
Por mi Patria, el Perú, ¡doy la vida!
Por mi bandera el alma, ¡el alma entera!
Yo quiero que mi Patria bien querida
vuelva a ser en América lo que era,
y que mi enseña blanca y encendida,
flote muy alto y ¡sea la primera!
POESÍA AMOROSA
Hasta aquí hemos pasado, aunque sea de puntillas, sobre la poesía patriótica de Federico Barreto. Vamos a dar ahora unas pinceladas sobre su poesía romántica y amorosa, marcadamente sensual para la época. La mujer amada para Federico no está idealizada, sino que es una mujer de carne y hueso. Influenciado por el modernismo por su exaltación pasional y sensorial, cultos, inspirados y transparentes, sus poemas gozaron de gran popularidad y eran recitados y cantados por el pueblo que tanto lo idolatró.
Veamos algunos poemas amorosos dedicados a la mujer. Son versos preciosistas y llenos de encanto pertenecientes a su segundo poemario Aroma de mujer publicado en 1927 dos años antes de la muerte del autor. Por su lirismo romántico, sus descripciones, su belleza, no exenta de un punto picaresco, incluyo íntegro el siguiente poema. ¡Ah!, y porque fue uno de los que yo elegí para el recital en aquellas Jornadas Culturales ya mencionadas.
A MEDIA LUZ
En medio de la alcoba solitaria
está la novia bella
Inclinada la frente sobre el pecho
y temblando de miedo y de vergüenza.
En torno de ella hay rosas y azahares
en vasos de Bohemia,
y, pendiente del techo y de los muros,
cortinas opulentas,
acuarelas de Wirtz y de Fortuna
y biseladas lunas de Venecia.
¡Es un nido de amor! Por todas partes
hay pieles de Astrakán y de Siberia,
y, encima de las mesas relucientes,
las figuras chinescas,
los jarrones etruscos,
las estatuas pigmeas
y las lámparas verdes y azuladas,
que parecen campánulas abiertas
y que relucen en la linda alcoba
como ojos de pantera.
¿Y luego?
¡Ah! Luego el lecho
con colgaduras blancas y sedeñas
y almohadones mullidos
que parecen hacernos mil promesas…
¿Y luego?
Oíd: la novia que suspira
y que contempla por la vez postrera
su figura de virgen
en la brillante luna de Venecia.
¿Y luego, qué?
La risa que retoza
en su boca bermeja:
La indecisión… el velo que resbala
sobre la blanca alfombra de Bruselas,
y el corpiño, por fin, que se entreabre
enseñando a las luces indiscretas
dos hombros colombinos
y una garganta de escultura griega…
¿Y luego, qué?
Los pasos recatados
del novio que se acerca;
la mampara que se abre poco a poco
y el grito de la bella
al sentirse atraída por su amado
que la promete una aventura eterna.
Después… las risas, los abrazos locos
y los besos sin fin y las ternezas…
¿Y luego?
¡Ah! Luego el lecho
con colgaduras blancas y sedeñas
y almohadones mullidos
que parecen hacernos mil promesas…
Muchos de sus poemas han sido musicados, entre ellos el conocido vals peruano Ódiame, interpretado por grandes artistas como Los Panchos, Los Embajadores, José Feliciano y Bambino entre otros. Pero la versión más conocida es la interpretada por el cantante Dyango, que la hizo famosa en España.
También el poema Madre mía, una bellísima oda dedicada a las madres, es cantado en las escuelas en la celebración del Día de la Madre.
Mi Patria y mi bandera es la letra de una marcha militar escuchada en los desfiles militares y, asimismo, himno del Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe de Lima.
El poema Queja a Dios, de su primer poemario Algo Mío, es otro tema musicalizado, así como Aurora, Antes que tú, Indiana y muchos otros que ya forman parte del cancionero popular.
ÓDIAME
(musicada)
Ódiame, por piedad yo te lo pido,
¡Ódiame sin medida ni clemencia!
Más vale el odio que la indiferencia,
el rencor hiere menos que el olvido.
Yo, quedaré si me odias, convencido
de que otra vez fue mía tu existencia,
del amor brota el odio en la conciencia.
¡Nadie aborrece sin haber querido!
En pago de esta saña desmedida,
te daré el alma y esta misma vida
que tu desdén a pausas me arrebata.
¡Te daré todo lo que tú apetezcas!
¿Qué más quieres de mí? Ya ves, ingrata.
¡Te ofrezco el alma para que me aborrezcas!
Federico Barreto murió un 30 de octubre de 1929 en Marsella, Francia, donde se hallaba por motivos de salud. Él había recorrido Europa gestionando apoyo y adhesiones de gobiernos e instituciones para liberar a su tierra del dominio chileno, pese a que ya se encontraba muy enfermo. Días antes de su muerte escribió el poema Delirium tremens, mal que le aquejaba.
Se fue del mundo sin tener la alegría de poder celebrar con sus compatriotas su tierra reincorporada al seno de la Patria, el Perú, que fue su lucha, su desvelo, pero el destino no le deparó esa dicha, poeta de aura trágica, al igual que le privó de tantas otras complacencias.
Exhaló su último suspiro teniendo tan solo por testigo a su amada esposa sosteniendo su mano.
En Tacna, su querida ciudad, esa fecha es considerada día de luto. Sus restos fueron repatriados en 1968 desde Marsella y se hallan en el mausoleo del Cementerio General de Tacna donde puede visitarse la tumba del poeta enamorado, uno de sus más ínclitos hijos y el más sobresaliente de sus líricos.
Pidió que lo enterrasen con el rostro hacia el suelo para besar eternamente su tierra.
¡Oh! ¡Quién pudiera, Patria, quién pudiera
disipar las tinieblas de tu cielo
y sucumbir envuelto en tu bandera!
Yo, tal fortuna es todo lo que anhelo,
¡y que me echen de cara cuando muera,
para besar el polvo de tu suelo!
Después de cincuenta años, el día 28 de agosto de 1929 volvía a izarse en Tacna la bandera del Perú y las campanas de todas las torres repicaron a júbilo, fuertes y sonoras para que sus tañidos llegaran hasta los oídos de su hijo más querido: el poeta Federico Barreto.
Vuestra amiga Carmen Carrasco
Publicado en el periódico Granada Costa Nacional el 21 de marzo de 2.021