Bello insecto, el hombre hace aún
más efímera tu existencia
AMANECER
La mariposa dormía un aletargado sueño
en su crisálida dorada.
Apenas era nada aún;
un futuro, un proyecto de ser,
que aguardaba somnolienta en su cápsula
el comienzo de la vida. Su amanecer.
Y una hermosa mañana eclosionó
saliendo de la oscuridad a la luz.
Un mundo de radiantes colores
se abrió ante sus asombrados ojos.
Quería embriagarse
de todo cuanto la rodeaba.
Beberse a tragos la vida
que así se le ofrecía a su alrededor.
Era feliz y ansiaba volar y volar
y recorrer aquel jardín donde nació.
Libar el néctar de las flores,
adornarse con sus pétalos,
y aspirar el aroma intenso del jazmín.
ATARDECER
La mariposa seguía su camino
revoloteando caprichosa de flor en flor.
Sus alas pintadas de arco iris,
llevaban ágilmente de un lugar a otro
su grácil cuerpo.
En su deambular iba descubriendo
cientos de insectos multicolores,
que, como ella, vivían su existencia
feliz y despreocupada
disfrutando del padre sol,
de las plantas que los cobijaban,
del aire que mimosamente los mecía
susurrando su canto,
y de las estrellas que con sus destellos
alumbraban sus cálida noches de verano
ANOCHECER
La mariposa, posada plácidamente
sobre una inmaculada camelia,
contemplaba el guiño de los astros
y recibía el beso de la luna llena.
Todo era paz y armonía
en aquella encendida noche de plenilunio.
Las alegres chicharras
habían cesado su algarabía.
El viento dejó de susurrar su canto
para envolver amoroso con sus brazos
a todos los habitantes del jardín.
Las flores, perezosas, cerraron sus pétalos.
Y todo se preparaba para el descanso
al final de esa idílica jornada.
Mas algo perturbó aquel mundo feliz.
La ingenua mariposa presintió
que un peligro se cernía sobre ella
atrapando su indefenso cuerpo.
Y prisionera entre finas redes
fue llevada lejos de su jardín
y de aquellos que fueron sus amigos:
los insectos, las flores, la luna, el sol, el viento.
Y sobre una hoja de blanco papel posada
sintió como algo lacerante
atravesaba su inocente cuerpo.
Y sus alas dejaron de batir
hasta quedar exangüe.
AMANECER
La mariposa no acudió aquella mañana
al despertar del alba.
Y los seres que poblaban el jardín,
en silencio, lloraron su ausencia.
Y las flores, que tantas veces
adornaron su cuerpo, entristecidas,
aquel día no abrieron sus pétalos al viento.
Premio “El poeta en su Voz” de Amigos de la Poesía.
Carmen Carrasco. Publicado en mi libro «Eternos Sentimientos»
© 2008 Carmen Carrasco. Todos los derechos reservados