Destinatarios: A todos mis amigos
Remitente: Yasmín desde el Cielo
Queridos amigos. Ya sabéis que, terminado mi ciclo terrenal, ahora me encuentro en otra dimensión en donde todo es paz y felicidad. Aquí volvemos a ser jóvenes, guapos, rebosantes de salud y sabiduría. Gozamos de plena libertad y correteamos por el Cielo a nuestras anchas sin que nadie nos riña porque por estas alturas aman mucho a los animales. ¡Ojalá que en la tierra fuese lo mismo! El santo de Asís cuida de todos nosotros los animalitos y procura que no nos “pasemos” con las travesuras que a veces, revoltosos, se nos ocurren, porque si se entera san Pedro, que tiene fama de mal genio, nos puede echar una bronca. Y es que el hombre ya está muy mayor y de andar siempre a cuestas con las llaves de un lado para otro abriendo y cerrando puertas, se cansa el pobre y no tiene muchas ganas de juegos. Hay que disculparlo.
Como ya se acerca la Navidad, la primera que celebraré “in situ”, o sea en el mismo Cielo, los angelitos están adornándolo todo con guirnaldas formadas de estrellas y florecitas de nieve, llamadas edelwais, que cogen de las montañas. Les está quedando precioso y mientras, nosotros aplaudimos cada vez que cuelgan un nuevo adorno porque siempre se agradece que se premie un trabajo hecho con arte y buena voluntad. No hay que ser celosillos.
Ahora os contaré la ocurrencia que un grupo de coleguitas y yo hemos tenido. Resulta que como en casa de Mamen celebrábamos con tanta ilusión la Navidad, a mí se me ocurrió que aquí también podíamos montar un belén entre todos los animalitos. Así que, como yo sigo siendo muy decidida, pensat y fet, que dicen en mi tierra.
La idea fue acogida con entusiasmo y entre todos, bien organizados, fuimos montando nuestro belencito particular arramblando con todo lo que podíamos pillar de los rincones celestiales para que no le faltase de nada.
Para la cueva, aprovechamos la hornacina de un santo que había bajado a la tierra en misión secreta, por eso no menciono su nombre, y estaba vacía de momento. Las palmeras nos las prestó san Fiacre, patrón de los jardineros y encargado de cuidar los jardines del Cielo, prometiéndole que ningún can se haría pis en ellas. El pesebre lo hicimos con unas tablas que cogimos a hurtadillas de la carpintería de san José aprovechando que, como también es mayor, se había echado una cabezadita. Ni se coscó. La estrella nos la alcanzó una jirafa que presumía mucho de cuello largo. Las ovejitas eran de verdad y les encargamos que hicieran los coros cantando villancicos. Lo de “a Beee…lén” les salía muy bien. Para hacer de pastores se ofreció gentilmente un grupo de galgos, ya se sabe lo buenos que son y el mal pago que les dan los cazadores. De buey pusimos a Apis, que, como es sagrado, le correspondía a él ese papel. ¡Cualquiera se lo quitaba! Y de mula propusimos a Platero que al principio no le hizo mucha gracia ¡hasta ahí podíamos llegar!, dijo lanzando un sonoro rebuzno. Pero luego aceptó de buen grado, no fuera a reñirle Juan Ramón por si se enteraba de su falta de solidaridad.
Por último, los Magos fueron tres graciosos chimpancés montados sobre camellos que habían pertenecido a unos beduinos y en eso ya tenían experiencia.
Faltaban por elegir a José, María y el Niño. El primero se solucionó pronto. Como necesitábamos un perro barbudo y bonachón, buscamos a Chuky, ése que en la tierra estaba tan malito y que al llegar aquí se puso “cachas”. Y daba el tipo que ni pintado. Le endosamos un bastón, que también le habíamos afanado a san José, y quedó chachi.
Para hacer de María, por unanimidad me escogieron a mí que siempre he sido muy bonica, aunque me esté mal el decirlo, y me pusieron un manto hecho con las alas que un ángel me prestó pues las mías aún son muy pequeñitas. Y de recién nacido pusimos a un cachorrito regordete que había sido abandonado apenas nació y que entre todos estamos cuidando. Con unos recortes de nubes le hicimos los pañales y con un rayo de sol nos salió la coronita que ni a la medida.
¡Qué precioso belén nos había quedado! Hasta san Francisco, que se pasó a verlo, nos felicitó y comentó que era aún más bonito que aquel primero tan famoso que él montó en Asís.
Yo estaba tan contenta y ufana, siempre he sido algo vanidosilla, no lo puedo remediar, que hasta se me ocurrió este poemita naïf que recitó un papagayo de memoria ante el portal:
LA CASITA DEL NIÑO
Este niño divino
no tiene casa.
Hagámosle entre todos
una bien guapa.
Ladrillos de alfajores.
Pared de almendras.
Ventanas de turrones.
Puertas de yema.
Los muebles, mazapanes.
Sillas de fresa.
Techo de chocolate.
Suelo de crema.
La cunita, una rosa,
blanca y fragante,
que envuelva entre sus hojas
tan tierno Infante.
Y esta dulce casita
hecha de amor
servirá de cobijo
a todo un Dios.
Dedicado con amor a todos los amigos como felicitación para esta Navidad 2014. Paz a todos. Besets de vuestro ángel Yasmín.