Masa gris que cubre el paisaje
y nubla la memoria.
La espesa niebla envuelve la ciudad
vistiéndola de un gris uniformado.
Con su manto viscoso, tupida celosía,
ha cubierto el paisaje tornándolo
nebuloso y opaco. Fantasmal.
Las fachadas semejan gigantes de humo
que se pierden camuflados en el aire.
La mortecina luz de las farolas
lucha, inútilmente, por disipar la oscuridad.
Circulan los coches, como autómatas,
por calles irreales de penumbras.
Temerosos, los pájaros buscan refugio
en las ramas altas de los árboles.
Y las desorientadas almas que transitan,
a tientas, van buscando su camino.
Todo es niebla alrededor. Masa grisácea
que, envolviéndolo todo, asfixia y entristece.
Niebla tenaz y persistente.
Niebla reina de la oscuridad.
Niebla vencedora de la luz.
Y al evocar, muy lejos en el tiempo,
… niebla, también, en los recuerdos.
Carmen Carrasco. Publicado en la antología «Celebración de la Palabra»
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