Nostalgias de verano

Estoy sentada sobre la arena de la extensa playa de la Malvarrosa contemplando el mar. Esa maravilla que la madre Naturaleza nos ha donado. Nuestro mar o, como lo llamaban los antiguos romanos, el Mare Nostrum. Sereno, azul, cálido, casi un gran lago, testigo de la historia y cultura de tantos pueblos a los que a través de los siglos bañó. Y mi mente, preñada de nostalgias, navega en un barco imaginario por sus aguas hacia el sur hasta llegar, etérea, a las costas africanas donde sus olas acarician una pequeña ciudad: MELILLA. La tierra querida en que nací, valerosa, caritativa, acogedora. Pero Melilla es mucho más que todo eso.

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