Pandora

Tu curiosidad fue la causa
de todos los males.

Fuiste modelada de arcilla y agua
y Atenea un soplo de vida te infundió.
Hermes, el dios alado, te enseñó
el arte de la astucia y del engaño
y Afrodita quiso que los hombres,
por ti prendados, desearan tu amor.
De plata te vistieron diosas menores
y con guirnaldas ornaron tus cabellos.
Al contemplar tu hermosura, el padre Zeus
te ofreció como don una pequeña caja,
arcano cofre que nunca habrías de destapar.
Pero tu curiosidad, Pandora,
 pudo más que el mandato divino
y al abrir un día el cofre prohibido,
al instante, veloces como el viento,
fueron saliendo uno tras otro
los males que había en su interior:
el vicio, el cansancio, las pasiones,
los celos, la pereza, la vejez, las decepciones…
Arrepentida, quisiste cerrar aquella caja.
Fútil intento, ya era demasiado tarde
y esos males fueron cayendo
 sobre la raza de los pobres mortales
que habrían de padecer ya para siempre
como injusto castigo de un implacable dios.
Tan sólo una pequeña cosa quedó escondida
oculta en el fondo de la caja.
Vana ilusión, entre tanto sufrimiento,
que dio a los humanos un consuelo
y una razón para seguir viviendo:
la ESPERANZA.

Dedicado a Marcel Marck
© Carmen Carrasco, 2013