Si existe la perfección, esa la ha alcanzado doña Remedios Pallás con el repique de sus castañuelas. Es más, yo me atrevo a afirmar que Remedios ha llegado a tal dominio, maestría y arte tocando los palillos, que en sus manos semejan mariposas revoloteando vertiginosamente en ese mundo musical que la artista crea y hace que asimismo nosotros nos sintamos inmersos en él, en esas notas mágicas que brotan de sus dedos, haciendo que desaparezca la realidad que nos rodea hasta escuchar el último repiqueteo. Entonces, despertados por los aplausos y bravos dedicados a la intérprete, volvemos de ese mundo mágico que ella crea con su virtuosismo.